Galerías

¿Quién me ha robado el mes de abril? Confinamiento (temporada 5)

Así reza el estribillo de un famoso tema de Joaquín Sabina, que muy atinadamente prosigue diciendo ‘¿Cómo pudo sucederme a mí?‘. Pues ya ves, amigo Joaquín, parece que la cosa va para largo. La verdad es que yo me lo temía; bueno, la verdad es que nos lo temíamos todos, aunque engañosamente nos animásemos unos a otros con el mantra de «un día menos«. ¿Un día menos para qué? Para que la pandemia se acabase, desde luego sabíamos que no; para que la ‘curva’ (eufemismo donde los haya a fin de no pronunciar palabras nefandas como ‘contagiados’, ‘infectados’, ‘muertos’…) se aplanase nos dijeron que era. Parece que se va aplanando, pero aquí seguimos.

La gran pregunta es la del segundo verso del estribillo sabiniano: ¿Cómo ha podido sucedernos esto si vivíamos en el mejor de los mundos, si estábamos bien aposentados en la Sociedad del Bienestar? Una sociedad del bienestar de la que habíamos eliminado  así, de un plumazo, por incomparecencia, la enfermedad contagiosa, y especialmente por estar debidamente controlada -nos decíamos- habíamos olvidado a la Naturaleza, entidad libertaria como pocas que no entiende de diques, impedimentos o fronteras. Y así nos ha ido… ¡Mal, rematadamente mal! Pensamos que todo era progreso, que no había posibilidad de parón y menos de retorno, de vuelta hacia atrás… El puñetero coronavirus ha venido a contravenir todo aquello que postulábamos.

Los medios de comunicación hablan de que todo pasará, de que saldremos mejores de ésta (mejores no sé, pero menos eso sí que es seguro), de que la recuperación será en ‘V’ o a lo más en ‘U’… Y para que todo quede claro nos dicen los que últimamente han colonizado los informativos un día sí y el otro también (¡qué casualidad que las ruedas de prensa coincidan con las horas en que éstos se emiten!) que la «desescalada» se realizará en fases. ¡Ah, ‘desescalada’, qué palabra tan habitual! Me pregunto: ¿por qué no hablan con claridad, en román paladino? Cuando se procede de tal manera sólo puede ser porque hay voluntad de ocultamiento de algo. Y lo que se oculta es innombrable, no se puede siquiera pensar en ello, porque va contra las bases que queremos seguir creyendo que continúan ahí incólumes, fijas, seguras. Pero son ya tantos los días, son tantas las cifras negativas diarias sobre las que ahora también se pelea… que pienso que algo no va bien del todo, que no basta con salir a aplaudir porque hasta de eso cuando no hay mejora evidente también uno se cansa.

Menos mal que por fin los niños van a poder salir a la calle un tiempo predeterminado, menos mal que, ¡Dios lo quiera!, se va a poder hacer ejercicio al aire libre siquiera sea durante una o dos horas al día. Necesitamos que no se nos anquilose también el cuerpo dado que dudo que el alma, nuestra inteligencia, no lo haya hecho ya. Al respecto no puedo evitar que a mi cabeza acuda de manera reiterada el castigo de aislamiento a que se hacen acreedores en las cárceles los presos protestones, los levantiscos, los inconformistas, los rebeldes… ¿Nuestra inepcia y soberbia nos ha hecho acreedores de esto? ¿Estábamos ya presos y no éramos conscientes de eso? No sé, son reflexiones, pensamientos que se niegan a abandonarme.

Quien me ha robado el mes de abril

Nuestros dirigentes con este confinamiento al que nos tienen sometidos, además de aplanar la ‘curva’, están consiguiendo que pensemos que, por ahora, nos han robado el mes de abril, y que además nos cuestionemos sobre el porqué, el cómo y sus consecuencias. A dónde nos puedan llevar estos pensamientos es ‘terra incognita