Cada uno a su bola [des]CONFINAMIENTO (temporada 12)

Allá por el 28 de marzo cuando por este blog ‘echaban‘ la «Temporada 2» de este serial que -nos dicen- va llegando a su fin, titulé la entrega con el significativo y preocupante título de «Sálvese quien pueda». No voy a glosar lo que allí dije porque se puede leer sin problema alguno, simplemente destacaré que ante el agudo problemón habido durante esos días en España por la falta de material sanitario de protección (batas, mascarillas, gafas, guantes, EPIs…) y los fiascos producidos en alguna de las compras en China, el Gobierno central que había establecido en el Ministerio de Sanidad la autoridad competente para realizar estas gestiones a fin de ganar efectividad y operatividad, decidió que fuese cada una de las Autonomías por su cuenta y riesgo quienes comprasen estos materiales sin perjuicio de poder seguir haciéndolo ellos mismos. De ahí mi «Sálvese quien pueda«.

En cierto modo el círculo tiende a cerrarse al vislumbrarse resplandores más que luces al final del túnel del Confinamiento que hoy mismo entra en su 84º día. Y digo que tiende a cerrarse, o sea, volvemos al principio, porque tras conseguir la 6ª prórroga del decreto de Estado de Alarma del 14 de marzo pasado y pasar el próximo lunes 8 de junio más de la mitad de España a la denominada Fase 3 de Desconfinamiento, el Gobierno del Estado ha decidido que sean las propias Comunidades Autónomas que estén en esa última fase las que decidan dar por finalizada o no la misma. Vamos, que el Gobierno se hace a un lado en el ejercicio de los poderes unificadores que le concede el susodicho estado para que sean los distintos territorios quienes decidan qué hacer. Desde luego ese famoso ‘Café para todos‘ que el Presidente Suárez decidiese en su día es cada vez más un ‘Sí, para todos, pero el mío es Puro Colombia y el tuyo de Robusta Africano no pasa‘.

Ahora que, quieras que no, llegarán los calores y nos iremos (¡por Dios, a ver si de una vez nos dejan salir de la Autonomía!) de vacaciones a la playa, a la montaña o a donde sea, empieza a ser momento de valorar lo que de bueno haya tenido este decreto por el que una autoridad central asumió toda una serie de competencias dada la emergencia sanitaria provocada por el Coronavirus. ¿Conclusiones? Por ahora desde mi humilde barril sólo veo una: en España sobran algunos Ministerios (sólo me fijo en los de verdad, no en los de nueva creación por necesidades de coalición). Me refiero en especial al de Sanidad, vaciado de competencias desde hace décadas y que bajo ese rótulo grandioso ha revelado la existencia de la Nada. Creo que en un Estado como el nuestro los poderes centrales debieran de trabajar para actuar como salvavidas de todos cuando ocurriesen calamidades o episodios extraordinarios como el actual. Y para ello debieran de tener elaborados planes de contingencia debidamente ensayados con antelación. Se ha demostrado que no era así. Sólo hay fachada. La desconfianza en los poderes centrales ha aumentado. Lo mejor, parece, es ir cada uno a su bola. ¡Qué pena me da!

«Patres conscripti» [des]CONFINAMIENTO (temporada 11)

Temporada 11 (undécima semana) de este serial que espero algún día dé paso a la vida real. Por ahora la vida es más virtual, digital y/o televisada que otra cosa. Llega a tal extremo la cosa que incluso las ‘news‘, que dirían muchos de los modernos que las protagonizan, se me/nos convierten en punto climático de la jornada monótona. Resulta que ahora la realidad lindante con la ficción sucede en los noticiarios que dan cuenta de las actividades de los que mandan, los cuales se las ingenian para que sus discursos propagandísticos vengan a coincidir en horario con aquellos y así entrar por sorpresa y sin previo aviso en la morada de los ciudadanos a quienes deben servir.

Cuando tales coincidencias es difícil hacerlas pasar por casuales, nuestros «patres conscripti» (miembros del gobierno, congresistas y senadores) se las ingenian para montar el bollo a cual más grande, enorme, grosero zafio, provocador, insultante, tremendo… con que dar carnaza a los diarios de noticias televisivadas, radiadas o de prensa y así entretener, a la par de embrutecer, al personal, o sea, a nosotros, el pueblo soberano que los colocó en esa posición preeminente para que resolviesen los problemas del país y no para divertirnos con sus gracietas, zascas, golpes de ingenio, cortes al adversario, etc. que luego, incansables, la legión de ‘soldaditos’ a su servicio divulgarán por las redes sociales a fin de aumentar o al menos conservar el ejército de seguidores del ideario no vaya a ser que pronto haya que volver a pasar por las urnas.

De tremendo, vergonzoso, bochornoso, obsceno, impúdico, deshonesto, indecente, indigno, grosero, insolente… y no sé cuantos adjetivos peyorativos más, cabría calificar ciertas actuaciones de aquellos que debieran servirnos de ejemplo de comportamiento medido, educado, límpido, honesto, virtuoso, digno, equilibrado, serio, concienzudo, cristalino… y tampoco sé cuántos adjetivos meliorativos más.

Si los dirigentes se comportan así, ¿qué cabe esperar de aquellos a quienes tienen abducidos? Quizás sea que en el maquiavelismo más entregado del que son capaces quienes así actúan -o sea, prácticamente por acción u omisión, todos ellos- piensen que son protagonistas de una nueva entrega de «Juego de tronos«, de «Borgen«, de «House of cards» o de cualquier otra creación de entretenimiento. Alguno de nuestros dirigentes actuales antes de tocar los cielos habló con complacencia de éstas con las que comparó, con la suficiencia que le caracteriza, el ejercicio de la Política. No engañó a nadie, como se ve.

El Senado Romano se componía de ‘patres‘ (los patricios) y de ‘conscripti‘ (los plebeyos), de ahí la expresión acuñada de «Patres Conscripti» que englobaba en ella a toda la Curia romana, o sea a todos los Senadores. Si contemplamos la historia del Imperio que nos dio nuestras lenguas y toda nuestra cultura podemos ver cómo hubo ‘conscripti’ que lograron hacerse con un sitial senatorial para desde él poco a poco ir arañando privilegios propios de los patricios, pero eso sí sin perder el discurso que los catapultó hasta los Cielos. Han pasado los siglos, pero no han variado los comportamientos.

«Desnortado» [des]CONFINAMIENTO (temporada 10)

Van ya 10 semanas de confinamiento, ahora rebajado que es algo así como una bebida fuerte aguada con un poquito de paseo regulado. Lo acepto como no podía ser de otro modo porque creo que no tengo otra opción, aunque he de confesar que cada día o semana que pasa me siento más y más desorientado, confuso, perdido, estúpido, desnortado… ¡Hay tantas cosas que no entiendo!

No soy político, jamás la organización de la Sociedad ha estado entre mis aficiones. Nutridos grupos de personas, entiendo que bien preparadas y decididamente vocacionales, llenan las asambleas y las tribunas de los pluriabundantes Consejos de Gobierno de Ayuntamientos sean estos minúsculos, medianos o más grandes, al igual que los correspondientes de Diputaciones provinciales, Cabildos insulares, Comunidades autónomas hasta llegar, en lo más alto de la pirámide, al del Parlamento español. Estas personas, especialmente preocupadas por nuestro bienestar, se dicen unas de izquierda, otras de derecha, con variantes en ambas franjas: extrema izquierda, extrema derecha, independentistas, nacionalistas, regionalistas, constitucionalistas… y no sé cuántas opciones más. Me parece bien y pese a que de vez en cuando veo que entre ellos se pelean (bueno, casi siempre; en fin, mejor cabría decir que constantemente) no me preocupo mucho porque entiendo que todos, sin excepción, se ocupan de mis / nuestros problemas.

Últimamente me surgen dudas sobre su actuación respecto a la dichosa pandemia. La verdad es que me marean y desconciertan las recomendaciones y contrarrecomendaciones que desde esas instancias llegan hasta mí: no mascarillas – sí mascarillas; sí guantes – no guantes; hacer test es conveniente pero no esencial – si no haces tests suficientes seguirás confinado sine die; salud por encima de la economía – economía por encima de la salud; y todo así.

Pero lo que más me ha despistado y justifica el título de esta entrega es el hecho de que todos nos dijeron que no había que mezclar la lucha contra la enfermedad con la política, que las responsabilidades políticas de la gestión habría que pedirlas y responder de ella una vez vencido el Virus, y de la noche a la mañana me encuentro con que a estos responsables políticos en el ejercicio del poder o en la oposición sólo les mueve la política y están utilizando la pandemia de mera excusa y auténtico rehén para sus pretensiones. Me pregunto: ¿Qué tiene que ver con la salud, la derogación inmediata de leyes laborales?, ¿Qué tiene que ver con la salud que se vuelva a reunir una mesa política?, ¿Qué tiene que ver con la salud que de inmediato caiga un gobierno?

No sé, no sé…, todo este bullicio exterior al que contribuyen. ¡y mucho!, los medios de comunicación me da dolor de cabeza, me marea, me está comiendo las neuronas, mi inteligencia veo que disminuye (¿o es la de ellos?)… Pero luego vuelvo a escucharles cómo, impertérritos, aseguran sin mover un músculo que todo se va a arreglar, que lo estamos haciendo muy bien, que ellos todo lo hacen por nuestro bien, que no hay que mezclar salud con política, que las responsabilidades políticas habrá que pedirlas cuando… O sea, lo de siempre. Ya te digo estoy cada día mas perdido, completamente desnortado.

Chistes viejos, caras nuevas. [des]CONFINAMIENTO. (temporada 9)

Ya estamos en la 9ª semana (temporada) de encierro y algunos empezamos a pensar si no será esto más una encerrona que otra cosa. Resulta que todo se hacía -nos dijeron al inicio, allá por mediados de marzo- para que al virus maldito lo venciéramos entre todos porque ‘Unidos Podemos’, perdón, porque ‘A este virus, lo paramos unidos‘. La verdad es que la semejanza de eslóganes es grande y sin duda fortuita.

Vamos ya por el día 64º del Estado de Alarma y aunque la virulencia del virus (mira por donde desgraciadamente estamos conociendo en carne propia el recto sentido del sustantivo abstracto) ha disminuido en letalidad, el informe serológico de prevalencia según se desprende de los iniciales resultados de los tests que se están pasando a una muestra de la población dan como resultado que sólo un 5% de los españoles ha desarrollado anticuerpos contra el puñetero coronavirus. Si este magro resultado se confirmase cuando concluya el estudio completo, cabría preguntarse si no habrá sido demasiado rigor el practicado para tan escaso logro.

Si la «seguridad» de rebaño o de grupo, -casi prefiero la primera denominación, por parecerme más acorde a la bondad con que practicamos la cuarentena que amenaza con convertirse en ‘noventena’ y si no al tiempo-, no se logra hasta que el porcentaje de seropositivos sea de un 60% ó 70% diríamos como el don Juan de Zorrilla aquello de largo me lo fiáis o tirando de refranero para ese viaje no necesitábamos alforjas y es que, a lo mejor, nos equivocamos de alforjas y de caballería. Quizás haya sido peor el remedio que la enfermedad porque si cuando iniciamos el confinamiento íbamos por unos 7000 contagiados y casi 200 fallecidos, la comparativa de las cifras a día de hoy me dejan perplejo: 230.000 contagiados y más de 27.000 fallecidos. Y esto sin haber salido a la calle durante más de 60 días.

No sé, no sé, cada día que pasa estoy más confuso. Entro en la página del gobierno que entiende de este asunto y lo primero que encuentro es un logo gigantesco que imagino pretende aclarar quiénes se ocupan del asunto. Me parecen bastantes. No sé si esto es bueno o es malo porque muchos en un asunto con frecuencia desemboca en un la casa por barrer. Lo segundo que me confunde es que de primeras sólo aparece el número de contagiados en España (230.183) frente al lógicamente mucho mayor en Europa (1.786.178) y no digamos ya en el mundo (4.258.666). Visto así tampoco es tanto. En esta página no aparece el número de fallecidos; para encontrarlos hay que pasar a otra en la que al final de la misma se citan.

Con este panorama se ha iniciado, dicen las televisiones, las fases de la desescalada. Casi toda España está ya o ingresará a partir del lunes 18 en la fase 1 y los que ya estaban en ella quizás escalen hasta la 2. Esto de escalar en la desescalada tiene su gracia. Para lograr pasar hay que cumplir una serie de parámetros y condiciones establecidos por un hermético Comité de Técnicos. Pero no debe de ser tan sencillo pues hay Comunidades que aún cumpliendo con los requisitos no son promocionadas al siguiente estadio. Y esto, claro, a la gente parece que le enfada. Me recuerda todo esto a Palop el dibujante de la revista ‘Jaimito‘ que inmortalizó una sección en ese fanzine y en otros como el TBO denominada «Chistes viejos con caras nuevas«. Merece la pena leerlos.

La Peste -enseñanzas-. confinamiento (temporada 8)

El triunfo de la muerte. Detalle del óleo de Peter Brueghel

A base de convivir con ella empezamos a entenderla cada día más. Día tras día se va cobrando en vidas lo que quizás le corresponda, y también jornada tras jornada, noticiario tras noticiario, comunicación tras comunicación, el cerebro de los aún presentes se nos va acostumbrando a ese ruido silencioso y pertinaz del goteo constante de muertes.

Nos ha puesto en contacto con la eterna condición humana a la cual, quizás como le ocurría al arpa del poeta sevillano, teníamos arrumbada en un rincón de nuestra memoria. Constantemente buscamos en nuestro cerebro semejanzas, parecidos o similitudes con situaciones anteriores por eso de encontrar soluciones ya practicadas. A mí el momento que vivimos me lleva constantemente a esos 10 personajes del Decamerón de Boccaccio que, como nosotros en estos días, decidieron escapar de la Peste Negra que asolaba Florencia confinándose a las afueras de la gran ciudad en una villa abandonada situada en el campo de Fiesole. Y también como nosotros esas siete muchachas y sus tres acompañantes masculinos mitigaban el hastío y aburrimiento de las dos semanas de reclusión que se impusieron relatándose unos a otros historias que les permitiesen escapar al menos mentalmente de la enorme calamidad que arrasaba la bella ciudad de la Toscana y que amenazaba con llevárselos también a ellos de este mundo.

La sensación de fragilidad que la pandemia nos transmite nos hace evocar a los que ya marcharon de este mundo por ésta u otras causas. En la ‘vieja normalidad’, cuando el ritmo endiablado de la actividad productiva o diletante nos embargaba, las muertes de familiares, amigos o conocidos las incluíamos dentro de un incómodo capítulo titulado «Se fue«, «Marchas» o «Desapariciones» en el que procurábamos demorarnos lo mínimo imprescindible no fuera a ser que nos perdiéramos algo de lo importante: nosotros, nuestra vida, nuestro trabajo, nuestra contribución diaria a la destrucción del hábitat (‘progreso’ lo llamábamos)… Ahora la infección por coronavirus ha venido a poner las cosas en su sitio: somos poquita cosa, la vida que nos habíamos fabricado era una destructiva falsedad total, la Muerte existe aunque evitemos nombrarla o simbolizarla con crespones o corbatas negras, la Nueva Normalidad a la que caminamos es incierta por novedosa y está llena de riesgos… Es momento de volver la vista atrás y tratar de evocar actitudes y comportamientos practicados en momentos parecidos por quienes nos precedieron.

De las conductas familiares quiero quedarme con el desprendimiento y entrega amorosa hacia los demás que me transmitieron y que sentía al estar con ellos. Este recuerdo es reconfortante y evocarlo me sirve para comprender mejor la realidad y mi papel en el mundo. Del proceder de la Humanidad en su conjunto elijo rememorar a esos diez jóvenes florentinos pues me sirven para entender mejor cuál es la función del Arte. Señores, el Arte, en sus diversas manifestaciones, sirve para un mejor disfrute de la Vida y para, cuando suceda o nos tenga sitiados como ahora, un mejor afrontar el trance. En definitiva, como sostiene Ernst Fisher, el arte es el medio indispensable para la fusión del individuo con el todo. ¿Será esta la mejoría –‘saldremos siendo mejores personas‘- de la que tanto se habla para cuando finalice la pandemia? Bueno, no lo creo, pero de serlo, no estaría nada mal.

«Capaos». Confinamiento (temporada 7)

El Roto en «El País» del 6 de febrero de 2020

He perdido la cuenta de los días y semanas que llevo recluido. La verdad es que como cualquier confinado me voy habituando a la estrechez y tamaño de mi habitáculo y hasta podría decir que me voy encontrando a gusto. Es lo que tiene la libertad que siempre pugna por actuar y si la de movimientos está coartada entonces  busca enseñorearse en el interior de la persona. Creo que eso es lo que me está ocurriendo. Y no me molesta, la verdad.

En casa leo, veo series y películas, y busco alejarme del pensamiento único a través de grupos libremente elegidos por mí en las RR SS que frecuento. Dado que no puedo moverme más allá de los contados metros cuadrados de mi domicilio, mi mente y mi mundo de relaciones sociales se expande a través de conversaciones, opiniones y comentarios sobre los temas que me interesan: fundamentalmente libros, espectáculos teatrales, cine y seriales televisivos, Soy feliz y estoy a mis anchas dentro de lo que cabe refugiado en este sucedáneo de libertad.

A veces, sí, es cierto, en estas RR SS se cuela algún comentario, alguna opinión, se rebota (o se rebotaba) algún mensaje o convocatoria sobre el asunto de marras que nos tiene varados en dique seco desde hace ya siete semanas, siete. No me parece mal pues así sondeo desde mi pequeña atalaya el sentir, o mejor, los sentires de la sociedad abierta y plural que ahora no podemos frecuentar por eso de mantener el sanitariamente mal llamado ‘distanciamiento social‘ que mejor debiera denominarse ‘distanciamiento físico o personal‘. Sin embargo pienso que políticamente el concepto ‘distanciamiento social’ es perfecto, pues es lo que estoy/estamos viviendo en estos meses últimos.

Menos mal, me digo, que están las RR SS para charlar, parlotear, reírse, criticar, pensar por uno mismo… Pero no, ¡alto!, de eso nada, porque resulta que es tal la proliferación de mensajes, opiniones, informaciones, chistes, reflexiones, artículos, etc. que circulan por la Red de Redes que las bases del Sistema se conmocionan al ver que el control escapa de sus manos. Algo hay que hacer, ¿Qué se ha hecho por ahí?, se preguntan los gerifaltes. Prohibir, no; censurar con el viejo lápiz de dos colores, sería burdo y casposo; entrar en una campaña de desmentido de todo aquello que se entienda es falso o inconveniente, difícil de realizar por lo abundante y agotador dada la cantidad de personas que habría que destinar a tal cometido… Entonces, ¿quoi faire? ¡Eureka! Lo tengo, lo tengo. Dejar que todo siga igual, pero poco. Quiero decir, hacer como que no, pero sí. En definitiva, ‘Capar‘.

Así se ha hecho, así se está haciendo. Mientras que los mensajes que circulan de arriba abajo no se someten a ninguna prueba de la Verdad y se reproducen ‘ad infinitum’, los que circulan de abajo arriba o incluso en horizontal son sospechosos de inicio. Por esta razón, al pasado ha quedado relegado eso de reenviar a todos los grupos el mensaje gracioso, el pensamiento crítico, la convocatoria molesta, la noticia no comprobada… Todo -se dice- se hace en pro de la Libertad y de la Verdad, por nuestra conveniencia, aunque a ella lleguemos ‘capaos‘ y reducidos a la condición práctica de menores de edad.

 

Síndrome de Estocolmo. CONFINAMIENTO (temporada 6)

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Uno de los muchos chistes, chascarrillos y memes que durante esta larga temporada han llegado a mi smartphone decía: «¡A ver si nos están engordando para luego…!«. Sin llegar a lo que se excusa decir, sí que es verdad que uno se pregunta si esto no será ya más un encierro con todas las letras que una cuarentena previsora y profiláctica. Miedo me da pensar hasta cuándo los adultos no imprescindibles estaremos confinados, naturalmente por nuestra propia seguridad, según nos dicen en la homilía de la jornada. Mi miedo aumenta proporcionalmente cuando observo, estupefacto, las dificultades que dentro del ejecutivo se han producido a la hora de consensuar los lugares a los que se podrá acudir con los pequeños de la casa a partir del próximo domingo y la manera como los niños saldrán a la calle tras llevar más de cuarenta días sin tomar el sol. ¡Por favor, si en cuestiones tan ‘problemáticas’ tardan tanto en ponerse de acuerdo qué será cuando llegue lo ‘fácil’, o sea, nosotros, los maduritos!

Sin embargo estoy tranquilo pues he escuchado de boca de un responsable político que se van a equivocar muchas veces más y que rectificarán o no, según vean, muchas más. Tras oírselo decir me he ido a echar la siesta mucho más feliz convencido de que ya hay otros que yerran y errarán por mí. Gracias a esto, desde lo de los niños presto mucha menor atención a las prédicas consuetudinarias con lo que he notado ya en mí una notable mejoría; ya sólo aguardo a que falten cinco o diez minutos para el día en que entre en vigor la medida anunciada varias jornadas atrás dado que el pensamiento de los firmantes de la misma puede variar, quebrar o mudarse en su contrario hasta ese momento. Y es normal y hasta loable, ¿no?

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No haré, pues, pronóstico alguno sobre nada de lo que en la denominada desescalada me dejarán hacer o no. Tras tantos días sin hacer vida social, sin pasear, sin moverme bajo el sol, temo que me pasará como a los pobres niños que, encerrados bajo siete llaves durante 40 largos días, no sólo no se han enfadado con las autoridades pertinentes sino que han saludado con gozo infinito la magnanimidad de los alcaides de lo que desde marzo es España. A esto se le ha llamado desde siempre Síndrome de Estocolmo. Vuelvo por ello al meme del inicio pero adaptado: ¿A ver si me están jorobando mucho para que luego agradezca las pequeñas aperturas que me concedan? Por mi bien, naturalmente.

¿Quién me ha robado el mes de abril? Confinamiento (temporada 5)

Así reza el estribillo de un famoso tema de Joaquín Sabina, que muy atinadamente prosigue diciendo ‘¿Cómo pudo sucederme a mí?‘. Pues ya ves, amigo Joaquín, parece que la cosa va para largo. La verdad es que yo me lo temía; bueno, la verdad es que nos lo temíamos todos, aunque engañosamente nos animásemos unos a otros con el mantra de «un día menos«. ¿Un día menos para qué? Para que la pandemia se acabase, desde luego sabíamos que no; para que la ‘curva’ (eufemismo donde los haya a fin de no pronunciar palabras nefandas como ‘contagiados’, ‘infectados’, ‘muertos’…) se aplanase nos dijeron que era. Parece que se va aplanando, pero aquí seguimos.

La gran pregunta es la del segundo verso del estribillo sabiniano: ¿Cómo ha podido sucedernos esto si vivíamos en el mejor de los mundos, si estábamos bien aposentados en la Sociedad del Bienestar? Una sociedad del bienestar de la que habíamos eliminado  así, de un plumazo, por incomparecencia, la enfermedad contagiosa, y especialmente por estar debidamente controlada -nos decíamos- habíamos olvidado a la Naturaleza, entidad libertaria como pocas que no entiende de diques, impedimentos o fronteras. Y así nos ha ido… ¡Mal, rematadamente mal! Pensamos que todo era progreso, que no había posibilidad de parón y menos de retorno, de vuelta hacia atrás… El puñetero coronavirus ha venido a contravenir todo aquello que postulábamos.

Los medios de comunicación hablan de que todo pasará, de que saldremos mejores de ésta (mejores no sé, pero menos eso sí que es seguro), de que la recuperación será en ‘V’ o a lo más en ‘U’… Y para que todo quede claro nos dicen los que últimamente han colonizado los informativos un día sí y el otro también (¡qué casualidad que las ruedas de prensa coincidan con las horas en que éstos se emiten!) que la «desescalada» se realizará en fases. ¡Ah, ‘desescalada’, qué palabra tan habitual! Me pregunto: ¿por qué no hablan con claridad, en román paladino? Cuando se procede de tal manera sólo puede ser porque hay voluntad de ocultamiento de algo. Y lo que se oculta es innombrable, no se puede siquiera pensar en ello, porque va contra las bases que queremos seguir creyendo que continúan ahí incólumes, fijas, seguras. Pero son ya tantos los días, son tantas las cifras negativas diarias sobre las que ahora también se pelea… que pienso que algo no va bien del todo, que no basta con salir a aplaudir porque hasta de eso cuando no hay mejora evidente también uno se cansa.

Menos mal que por fin los niños van a poder salir a la calle un tiempo predeterminado, menos mal que, ¡Dios lo quiera!, se va a poder hacer ejercicio al aire libre siquiera sea durante una o dos horas al día. Necesitamos que no se nos anquilose también el cuerpo dado que dudo que el alma, nuestra inteligencia, no lo haya hecho ya. Al respecto no puedo evitar que a mi cabeza acuda de manera reiterada el castigo de aislamiento a que se hacen acreedores en las cárceles los presos protestones, los levantiscos, los inconformistas, los rebeldes… ¿Nuestra inepcia y soberbia nos ha hecho acreedores de esto? ¿Estábamos ya presos y no éramos conscientes de eso? No sé, son reflexiones, pensamientos que se niegan a abandonarme.

Quien me ha robado el mes de abril

Nuestros dirigentes con este confinamiento al que nos tienen sometidos, además de aplanar la ‘curva’, están consiguiendo que pensemos que, por ahora, nos han robado el mes de abril, y que además nos cuestionemos sobre el porqué, el cómo y sus consecuencias. A dónde nos puedan llevar estos pensamientos es ‘terra incognita

Prédicas y Homilías Confinamiento (temporada 4)

Rueda de prensa COVID19He perdido la cuenta de los días que llevo encerrado en la casa. También confundo los días de la semana, e igual me sucede con las horas del día. Antes del encierro -‘confinamiento’ no deja de ser un eufemismo- cuando no sabía qué hora del día era me bastaba con poner la televisión y, según el canal, ver el programa que se emitía en ese momento para más o menos situarme en el tiempo. Pero ahora, en esta realidad extraña en que nos encontramos, ni eso es posible: a cualquier hora y en cualquier canal lo que aparece en pantalla es uno o varios señores soltando una filípica que para qué. Yo, la verdad, apenas los veo aparecer cambio rápido de canal en busca de aquel que ofrezca en ese momento un informativo real y no una conferencia en vivo y en directo. Pienso que los informativos están hechos para eso, para darme en extracto de lo esencial que hayan dicho en rueda de prensa quienes tienen por cometido tomar decisiones. No creo -y tampoco quiero- que sea beneficioso para mi integridad intelectual que para darme un escueto mensaje tipo «No se puede salir durante los próximos 15 días«, «La curva de afectados se mantiene impertérrita» o «Parece que estamos evitando el colapso delas UCIs hospitalarias» quienes lo lanzan quieran mantener despierta mi atención en ellos durante una hora o más.

Estas cosas, más casi que el encierro, son las que me tienen agotado. Disculpo el agotamiento, pero no quisiera salir de casa tras las semanas que sean con el cerebro abotargado, abducido, sin voluntad…; quisiera mantener viva mi capacidad de discernimiento, de elección, de crítica, de aplauso…, de lo que sea, siempre que sea mía y no impuesta por terceros de manera saducea.

Aunque,  ahora que lo pienso, a lo mejor será verdad el mantra que tanto se nos repite últimamente de que de esta crisis saldremos mejores de lo que éramos cuando se inició la misma. Al menos en mí atisbo una mejora más que evidente: la agilidad que estoy adquiriendo en eliminar de mi vista a cuanto predicador copa las pantallas. Gracias a ello estoy viendo unas fantásticas películas, leyendo unos libros estupendos, videollamando a amigos y familiares con los que estoy estrechando lazos que quizás tenía algo descuidados, en definitiva creciendo personalmente gracias a la paz del retiro impuesto… En este sentido, sí, sí, amigos telepredicadores y colaterales tertulianos, muchísimas gracias por avisarme con vuestra presencia de que es el momento de cortar la emisión e iniciar o proseguir en mi crecimiento personal.

Con los ojos del Alma CONFINAMIENTO (TEMPORADA 3)

 

vivarium-751492423-largeEstoy viendo muchas pelis y muchas series durante el encierro. También estoy muy pendientes de cuantas informaciones sobre el ‘bicho’ vierten constantemente las RRSS; precisamente en una de ellas he visto el anuncio del estreno en plataformas digitales de una distopia titulada «Vivarium»».

Si por algo me ha llamado la atención esta película, que viene con muy buenas críticas, es porque en ella se parodia el estilo de vida de la sociedad en que vivimos habitualmente.

 

Un ‘vivero’ (en latín ‘vivarium’) es un espacio acotado (caja, acuario, huerto, reserva…) donde en condiciones que se suponen ideales se produce la vida de unos seres vivos. En este vivero fílmico una pareja es ubicada en una casa ideal dentro de una urbanización ideal donde todas las casas son idénticas; allí se les provee de todo aquello que se considera preciso para llevar una vida satisfactoria, incluido naturalmente un bebé al que deberán criar. Pero esta vida ideal resulta que no lo es tanto porque… [será preciso ver el film completo para saberlo].

Durante el confinamiento nos estamos reduciendo a lo esencial, estamos prescindiendo obligadamente, es cierto, de un montón de elementos superfluos que en nuestra anterior existencia ideal nos decían y nos decíamos que nos eran imprescindibles: coche o coches, segunda vivienda en la playa o en la montaña, viajes por el mundo porque es fundamental conocer (sí, toda esa vaina de que quien no viaja sólo ha leído la primera página de un libro), vestuario abundante y cambiante de temporada en temporada, animales domésticos porque dan menos trabajo que los hijos propios y que cuando vuelves a casa siempre te reciben contentos y jamás jamás cuestionan nada de lo que haces… 

Aparte de los beneficiosos efectos sobre nuestro sistema sanitario, a nivel particular esta cuarentena está teniendo sobre los recluidos otros efectos insospechados. No es menor el de que nos estamos mirando más a los ojos unos a otros y nos estamos reconociendo como si fuera la primera vez que nos viéramos. Nos estamos dando cuenta de que la vida anterior, -pletórica y llena de oportunidades, rezaban los eslóganes-, era un poco bluff. Y aunque ahora las comunicaciones cibernéticas hacen que estar aislados no sea tan terrible como antes, aún así de vez en vez al cruzarnos por el pasillo en nuestra caminata diaria nos vamos enamorando más de quienes nos rodean que en definitiva llevaban allí mucho tiempo, pero en los que no habíamos reparado ni observado tan detenidamente con los ojos del alma.

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